El Espíritu de Hobbes
Un diálogo en el tiempo
Nota aclaratoria primera
A lo largo del presente curso y del anterior, me han venido sacudiendo una serie de inquietudes que escapan al rígido, aunque necesario, esquema de demarcación de materias de estudio en asignaturas o en áreas de conocimiento.
Estas cuestiones, conectadas y tratadas en su justa naturaleza, me obligan a «romper» con el esquema académico convencional, que en algún sentido localiza y aísla, desconecta y excluye, pero que posteriormente no parece reunir, unificar, comparar y dar lugar a algún intento de solución global.
Esta separación torna todo conocimiento incompleto y toda enseñanza insuficiente, dejando a la iniciativa propia la labor de discernir la relación global de los elementos afines a todas las materias tratadas separadamente.
«El presente trabajo trata de establecer un puente entre una multitud de cuestiones que abarcan el terreno de la ética, la política, la economía, la antropología, el derecho, la lógica y la biología».
Es cierto que, si se quiere alcanzar cierto grado de especialización y de profundidad, es necesario concentrar las energías en un solo objeto de estudio, dando lugar a un área especializada que promueva el estudio exclusivo de determinada materia.
También es verdad que ello no excluye cierto margen para que, dentro de cada disciplina, se puedan realizar estudios o investigaciones de carácter interdisciplinario. Pero la tendencia a separar es mucho más acusada que cualquier tentativa de reunir o sintetizar los saberes especializados de cada área en aras de un objetivo común.
En ese sentido, no deseo afiliarme a ningún partido ni ser asociado a ninguna corriente, entendiendo que mi único objeto es el conocimiento por el conocimiento, y que en ese sentido sería un error por mi parte reducir el ámbito de mis investigaciones a un enfoque único.
De hecho, acatar de forma sistemática una determinada política u ortodoxia metodológica para abordar determinadas cuestiones supone dirigir y parcelar artificialmente una actividad que, al final, acaba produciendo como resultado un frágil apéndice de las tendencias comúnmente heredadas.
Si dichas tendencias contienen algún error de base, este se perpetuará por los siglos de los siglos. Por eso considero esencial, sin desechar un justo rigor metodológico, promover la salvaguarda de la originalidad y la iniciativa crítica, con el fin de no convertir nuestras mentes en meras reproductoras de cánones a la expectativa de ser aprobadas y tuteladas en la seguridad de círculos cerrados, secándose el espíritu en un laberíntico entramado de formalismos y cuestiones técnicas que, de forma irremisible, nos acaban distanciando de la esencia original.
Nota aclaratoria segunda
Mi encuentro con el pensamiento de Thomas Hobbes puedo compararlo con el descubrimiento de un cordel que me ha permitido descorrer el velo de una serie de cuestiones que me han impactado y seducido enormemente.
La principal de ellas puede recogerse en la siguiente cuestión:
¿Dónde, cómo y cuándo se fundan los derechos del individuo?
El horizonte especulativo abierto es inabarcable y tiene su eco a lo largo de toda la historia del pensamiento hasta nuestros días. La filosofía moral, la ética, la política, el Derecho, la antropología son las áreas del conocimiento que, en parte, han crecido en base a los distintos enfoques e intentos referidos a aclarar dicha cuestión.
En ese sentido, mi propósito en el presente trabajo se me revela como un intento de dar forma a esta visión, partiendo de las tesis propuestas por Hobbes, pero enlazando con otras concepciones tanto pretéritas como contemporáneas que han pretendido hacer sus aportaciones en ese sentido.
En aras de la fluidez y de la versatilidad de mi argumentación, me he abstenido de seguir un riguroso orden de menciones y de referencias técnicas e históricas, que entiendo que, en buena parte, resultan prescindibles en cuanto al carácter libre de ensayo que requiero para la exposición de mi interpretación, sin ser mi propósito una mera enumeración erudita de cuestiones, apelando a argumentos de autoridad, sino más bien lo contrario.
Antecedentes
En cualquier comunidad humana existen unas normas (escritas o no) emanadas de la costumbre a las que se acogen los miembros de dicha comunidad. A esto lo podríamos denominar 'orden moral'. También tiene sus mecanismos de decisión 'política', una de cuyas máximas consideraciones internas implica una dirección y distribución 'inteligente' de los recursos y medios para la propia supervivencia del grupo.
Enlazando con este marco general de introducción, me sitúo en el siglo V en Atenas, en el debate filosófico que se suscita entre Sócrates y entre los propios sofistas: el debate Physis-Nomos. Este último término cabría identificarlo con la 'ley' dimanada de la propia costumbre (consuetudo) u orden moral tradicional que en sí misma encarnaba la propia constitución de la polis.
Además, estas constituciones solían ser respaldadas por la autoridad de las divinidades fundadoras y protectoras de algunas de estas polis griegas. Inmersas en este desarrollo surgen algunas voces críticas que se preguntan por la legitimidad o por el origen de estas constituciones.
¿Qué legitimidad tiene la ley (Nomos) o cuál es su origen?
Producto Humano
Un producto puramente convencional (pacto)
Origen Divino
Que provenga de los dioses
Origen Natural
Un producto de la propia naturaleza
Estas tres posibilidades responden a una demanda racional, en el sentido de pedir el argumento que aclare el origen o cimiento de la norma, que por otro lado no es algo baladí, ya que las consecuencias sancionadoras de estas son sufridas por los propios hombres (y si no, que se lo pregunten a Sócrates), y por tanto es natural que exijan una justificación razonada al respecto. Porque a nadie le gusta un castigo o verse excluido sin una razón; de lo contrario, la ley o la norma aparece como desigual, arbitraria o tiránica y esto supone una invitación a que los individuos acaben tomándose la justicia por su mano.
Esta disposición de las tres vías de justificación que refiero aquí la establezco simplemente a efectos de mi exposición, es decir, que aspectos de las tres pueden aparecer y suelen aparecer entremezcladas en la mayoría de las formulaciones que tratan de arrojar luz sobre la cuestión.
El caso de Hipias de Élide
Retomando el marco histórico de la Atenas del siglo V, Hipias de Élide representa una figura histórica que padece en parte el rechazo y la exclusión de la ley ateniense que lo considera bárbaro o 'meteco', sin los derechos políticos de que gozaría cualquier ciudadano nacido en Atenas.
En ese sentido, el efecto directo sobre su psique parece traducirse en un rechazo contra la constitución ateniense, o más genéricamente contra la ley o el nomos. Según el perfil que yo le puedo atribuir (hipotéticamente), éste por su condición de desarraigado y viéndose en parte excluido de la vida pública, relegado forzosamente a un segundo plano, reaccionaría proclamando el carácter anti-igualitario y convencional de toda ley frente a una 'supuesta' ley natural que consideraría a todos los hombres por igual.
Esta perspectiva abre paso a un igualitarismo universal cuyo espíritu bien podríamos encontrar extendido hoy en día, sobre todo en Occidente y cuyo máximo exponente sería la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Aquí también se me antoja interesante la relación con el debate acerca de la existencia o no de unos principios morales universales que avalarían la tesis de una Ética Universal frente a tesis relativistas.
Calicles y la ley del más fuerte
Un segundo personaje interesante sería Calicles, que a pesar de ensalzar la propia democracia (de forma un tanto hipócrita), defenderá (como buen oligarca) que de alguna manera la ley entorpece o establece límites a la propia naturaleza, que en último término representaría simple y llanamente 'la ley del más fuerte', no entendiendo la fuerza como la condición física sino como la cualidad que torna a unos hombres más dotados que otros, en relación con las virtudes políticas y el desempeño de cargos y toma de decisiones en la vida pública.
Esta tesis es la inversa de la de Hipias, ya que ahora el anti-igualitarismo es atribuido a la ley natural, que es la del más 'apto', frente al igualitarismo de la ley convencional (nomos) que Calicles connota negativamente. Este hecho tan característico revela por parte de ambos un uso desigual de los términos así como una connotación valorativa diferenciada en función de sus intereses y de las circunstancias que los han condicionado.
Antifonte y la naturaleza de la ley
Sin salirnos de nuestro marco histórico, Antifonte identifica la ley natural con los intereses individuales que resultan ineludibles (dolor físico), frente a la ley civil (nomos) que identifica con los intereses de la comunidad, que resultan eludibles si uno sabe fingir o engañar, para eludir el castigo y sus responsabilidades.
"Nadie de los que la práctica (la Justicia) lo hace voluntariamente sino como algo necesario y no como un bien en sí [...] es mucho mejor la vida del injusto que la del justo."
Todo esto, aparte de comprometer por 'irreal' cualquier ideal de Justicia, alcanza de lleno a la propia visión antropológica, a la noción misma de la condición humana, que apuntará a la utilidad como principio fundamentador o a ese egoísmo psicológico de 'connotaciones negativas'. Esto condicionará las aportaciones modernas a este respecto, que no podrán sustraerse a este hecho y que por tanto llevarán aparejadas una ineludible concepción del hombre que oscilará entre la afirmación o negación de dicho supuesto.
Hobbes: El hombre es un «hombre» para el hombre
Sin duda, el contexto que vivió Hobbes en las guerras civiles en Inglaterra condicionó poderosamente su pensamiento. Esto parece ser materia de coincidencia común, además encaja a la perfección si tenemos en cuenta su definición del Estado de Naturaleza como un estado de «guerra de todos contra todos».
En ese sentido, parece que estas experiencias reforzaron su creencia y su disposición a apuntar en la dirección de una naturaleza del hombre peyorativa. Aunque un enfoque más minucioso revela que, al margen de la anarquía política que experimentó, el rasgo esencial de Hobbes radicaba en su intento por esbozar una teoría social siguiendo los pasos del método geométrico, una especie de intento de «objetivación» de lo humano, con la finalidad de hallar leyes universales que pudieran aportar una explicación racional de todos esos fenómenos que vivió.
Es posible, no obstante, que las circunstancias ayudaran a inclinar la balanza en la dirección señalada pero ello, así como la interpretación partidista que se hizo de su trabajo, no son el objetivo del presente manuscrito.
Las tres justificaciones del orden
En el apartado anterior, señalé las tres justificaciones comunes para señalar el origen y la legitimidad de la ley, esto es:
- El orden humano de la convención
- El orden natural o físico
- El orden divino
Sin duda estos tres órdenes aparecen confundidos y se usan de muy distinta forma en los diferentes autores y corrientes que tratan de aportar sus soluciones a la cuestión. Esto complica las cosas pero al mismo tiempo da juego, ya que cada autor parte de un esquema conceptual distinto que, de hecho, supone un uso diferenciado en la relación de los términos: esta es la savia de la filosofía.
Tesis partidistas versus tesis asépticas
La ley finalmente era «explicada» y, por tanto, legitimada en base a criterios partidistas que pretendían afianzar sus propios intereses. A estos intentos los voy a etiquetar como «partidistas», entendiendo que es un partidismo que se alía con lo «objetivo», con lo «natural» o lo «divino» para sustentar falazmente una intención o necesidad oculta, que en último término aparece reforzada o legitimada al crearse el efecto de que es la resultante de un hecho objetivo.
Estas tesis partidistas son todo menos honestas, aunque en muchas ocasiones ni los propios protagonistas que las esgrimen son conscientes del propio autoengaño y las defienden con denodada vehemencia.
Frente a estas tendencias, yo señalaría aquellas en las que sus protagonistas realizan un esfuerzo por sustraerse a sus propios principios y convicciones en la medida de interferir lo menos posible a la hora de hallar una solución. Esta postura honesta y desinteresada (si es que existe verdaderamente) es extrañísima entre los hombres. A los intentos de este tipo los voy a etiquetar como «asépticos».
Esta catalogación entre tesis partidistas y asépticas la veo necesaria para tratar de discernir el valor real de las distintas interpretaciones en el marco del simbolismo humano, esto es, el juego de valores y los distintos resultados o realidades que de él se derivan.
La contribución de Hobbes
Yo destacaría a Hobbes frente al resto como el autor que más se aproxima a una tendencia aséptica. Su observación de los hechos, el contacto directo con situaciones reales de anarquía política y su creencia en la existencia de una dinámica rectora, capaz de explicar estos fenómenos al margen de interpretaciones partidistas, le llevarán a unos resultados que, si bien parecerán en un principio legitimadores de la Monarquía, más adelante por su defensa objetiva de las causas en contra del derecho divino le convertirán en un personaje incómodo para esta.
A su vez, la defensa de un poder absoluto, en contra de cualquier otra forma de gobierno, le granjeará la enemistad del bando parlamentario.
La razón es un instrumento en manos de las pasiones, porque sirve como medio para que estas puedan alcanzar los objetivos a los que tienden.
Que esta concepción nos ponga de mal humor representa, a mi juicio, la mejor constatación de su veracidad. En ese sentido, también es destacable su noción de la voluntad que aparece como una facultad que está mediatizada por la relación entre los propios impulsos y los objetos de deseo exteriores, que pueden representar amor o aversión.
En ese sentido, el placer, la felicidad o el amor representarían aquello a lo que se tiende naturalmente, mientras que el dolor, el sufrimiento o la aversión representarán todo lo que debe resultar evitado. En este esquema, cualquiera puede deducir que el margen de libertad queda notablemente reducido, sobre todo si a todas estas consideraciones añadimos la concepción global de un universo en el que los sentimientos son identificados como movimientos y nexos mecánicos (necesarios).
La cuestión de la libertad
A mi juicio, en contra de la interpretación mayoritaria (y la del propio autor), esto no implica una posición determinista, ya que considero que para que pueda tener sentido el término libertad, tiene que poder existir una determinación previa a elegir que hace posible precisamente un margen que denominamos libertad; en este caso, Hobbes solo define las reglas del juego, pero a partir de ahí las posibilidades son infinitas.
En este sentido, en el ajedrez se parte de un determinismo (un conjunto de reglas o axiomas) que precisamente hacen posible la libertad, el juego(s). Cómo juguemos, es cosa nuestra (en parte).
Modelo Lógico Natural
Definición del Universo del Modelo
El Universo (U) lo componen dos conjuntos de elementos:
\[U = \{H, R\}\]El conjunto de todos los seres humanos (H):
\[H = \sum H_x \subset U \quad \text{y} \quad H \neq \infty\]El conjunto de todos los recursos vitales (R):
\[R = \sum R_x \subset U \quad \text{y} \quad R \neq \infty\]Axiomas o Principios Elementales
Principio de autoconservación
Todo individuo del conjunto de los humanos, ante la disyuntiva de existir o no existir, siempre elegirá existir.
Principio de dependencia vital
Un hombre existirá mientras exista un recurso vital que le pertenezca.
Principio de ganancia posible
Para cualquiera dos elementos humanos que se enfrenten, siempre existirá un recurso que le pertenezca a uno o a otro. Como resultado de esa confrontación siempre habrá un recurso vital para el ganador.
Principio de pérdida segura
Para cualquiera dos elementos humanos que se enfrenten y uno de ellos sea más fuerte o numeroso, en ningún caso quedará un recurso vital para el inferior.
Deducciones de supervivencia
No perteneciendo a un grupo:
\[\neg(x \subset \sum x) \rightarrow V(aI) = \frac{1}{3}\]Perteneciendo a un grupo:
\[(x \subset \sum x) \rightarrow V(aI) = \frac{2}{3}\]Principio de Asociación
Todos los individuos pertenecientes al conjunto de los humanos, ante la disyuntiva de elegir entre la pertenencia o no pertenencia a un grupo, optarán por la pertenencia.
Conclusiones y Consideraciones Finales
Consideraciones sobre el reparto de recursos
En relación con la conducta que produce como resultado un reparto desigual de la riqueza, sería interesante observar lo siguiente:
- Que no hay límite o restricción para conseguir apropiarse de los recursos R.
- En este sentido que: \[\exists y (R_y \subset x)\] implica al menos uno, una unidad mínima de Recurso Vital para la subsistencia o autoconservación.
- Que frente a estos tenemos las necesidades de los otros agentes, así como la capacidad de recursos disponibles que siempre será: \[\sum R_x \neq \infty\] (distinta de infinito).
Es decir, que el número de recursos vitales disponibles es finito.
Deducción fundamental
Y a partir de aII, deduzco:
\[¬\exists y (R_y \subset x) \rightarrow ¬\exists x\]Si no existe un recurso vital para un x cualquiera, ese x no puede subsistir. Esto es un imperativo, una necesidad básica fundamental; aquí es donde más patente queda el principio de autoconservación o subsistencia.
Hipótesis sobre la distribución de recursos
Hipótesis a: Distribución proporcional pura
R/H: distribución proporcional pura de los recursos R entre el conjunto de los hombres.
\[(\sum R_x \subset U) = (\sum H_x \subset U) \wedge R/H \rightarrow \forall x (H_x \rightarrow \exists y (R_y \subset x))\] \[(\sum R_x \subset U) > (\sum H_x \subset U) \wedge R/H \rightarrow \forall x (H_x \rightarrow \exists y (R_y \subset x))\] \[(\sum R_x \subset U) < (\sum H_x \subset U) \wedge R/H \rightarrow ¬\forall x (H_x \rightarrow \exists y (R_y \subset x))\]Hipótesis b: Distribución relativa a cualidades
Distribución relativa a la pertenencia o no de algunos hombres al conjunto de los más guapos (G). Fórmula de distribución:
\[\forall xy (H_x \wedge G_x) \wedge (H_y \wedge ¬G_y) \rightarrow R_x = (R_y)²\]Mi objetivo sería describir el conflicto entre el principio de autoconservación o subsistencia y el principio de no restricción de la propiedad de recursos vitales adquiridos.
Resultados fundamentales
- La necesidad de pertenencia al grupo duplica las probabilidades de supervivencia.
- El principio de asociación emerge como una necesidad lógica derivada de los axiomas fundamentales.
- La distribución de recursos está sujeta a tensiones inevitables entre la autoconservación individual y la dinámica grupal.
El Contrato Social
Con estas consideraciones de partida, tenemos la estructura de un universo posible que hay que poner a andar, claro que esto lo hacemos con el tren en marcha. En ese sentido, Hobbes plantea una mirada retrospectiva asomándose por la ventanilla hacia un estado pasado del proceso o del camino recorrido; aquí cobran fuerza en mi interior nociones como devenir, proceso o historia.
Determinación inicial del universo atómico humano
Este es el panorama del Estado de Naturaleza que plantea Hobbes. Obviamente, es un estado, como señalaba anteriormente, de «guerra de todos contra todos» que da lugar a una situación insostenible. Esta anarquía previa o primera obliga a pactar, estableciéndose un acuerdo o contrato entre los hombres, que da lugar a la paz.
Este pacto consiste básicamente en una «renuncia» a los derechos (propia voluntad de poder), en detrimento de una autoridad suprema (Leviatán) que reúna el derecho de todos y que determine una serie de normas comunes (Nomos) a los que todos deben someterse (orden social).
Esta idea de «pacto» no es original de Hobbes, pero sí su modelo explicativo (hipotético) y las circunstancias particulares del mismo. De hecho, este modelo será reformulado o refrito por Locke y Rousseau, que lo adaptarán para sus fines teóricos, aunque a mi juicio, sus intentos resultarán menos asépticos.
Análisis de las justificaciones
En referencia a las tres justificaciones del nomos, el intento de Hobbes combinaría la explicación humana o convencional con la natural u objetiva. Aquí me topo con el problema ya comentado en un trabajo en otra asignatura de lo falaz que resulta hacer una separación entre hombre y naturaleza.
Es decir, que el hombre como una especie más dentro de la naturaleza tenga fines o desarrolle fines específicos contrarios a la mayoría de las especies vegetales o animales no lo convierte en «no natural». De ahí que la explicación de Hobbes sea en todo momento natural y humana.
Aunque es cierto que por necesidades teóricas conceptualmente establezcamos una separación, que ha cuajado en nuestro universo simbólico como una separación real o sustancial y ello representa un obstáculo no detectado ni corregido hasta el momento.
Por ello no es tan extraño considerar desde esta nueva perspectiva un orden universal al que está adscrito o subordinado el hombre, o del que el hombre es un producto más; lo problemático de esta concepción es que parecería legitimarlo todo, aunque no desde el enfoque antes señalado de la hipótesis de unas reglas que posibilitan un margen de libertad, de juego.
Claro que ayudaría saber cuál es el objetivo final del mismo, aunque por las manifestaciones que se dan sobre el tablero me es posible hacerme una idea. En fin, esto da para una tesis, pero en base a lo dicho estoy de acuerdo con la percepción de un orden universal que no implica necesariamente negar la libertad «humana» que en cualquier caso podría tener una justificación trascendente.
El proceso del contrato según Hobbes
El ejemplo de cómo se llega al contrato en Hobbes sigue, a mi juicio, un itinerario definido que recorre una serie de puntos clave. El primero de ellos y del que parte es el principio de autoconservación que está presente en todos y cada uno de los individuos (átomos) del universo (U).
A partir de ahí tiene que llegar a que estos de alguna forma se «asocien» conformando algún tipo de estructura (sociedad). Esto representa de hecho el paso de una situación de caos o desequilibrio global de fuerzas que en algún momento tienden al equilibrio, es decir, estas fuerzas al medirse entre sí encuentran su límite en las demás, que debe resolverse de algún modo atendiendo a las necesidades particulares de cada una en relación con el todo.
En ese sentido, el resultado final implica un cosmos, un orden estructural fundamentado en un equilibrio o relación de contrapesos entre todas las fuerzas implicadas. Aunque resulta muy vago así expuesto, yo en ese sentido he ideado un modelo propio para intentar aproximarme a este proceso.
En ese sentido, he decidido partir de una serie de presupuestos, principios o axiomas en relación con todo lo expuesto hasta ahora. La motivación es tratar de llegar a explicar lo que yo denomino el Principio de Asociación, que intuyo pero que no logro entender completamente.